De nuevo hemos vivido una Navidad especial. Una Navidad en la que no hemos podido recibir a nuestros amigos, que generalmente nos acompañan con sus villancicos y con sus visitas deseando toda clase de bienes para esta Casa.
Pero hemos recibido al Niño Jesús y al Año Nuevo en familia, en la intimidad, no nos ha faltado la alegría familiar de los que juntos celebramos estas fiestas.
Y después, como no, hemos recibido a nuestros queridísimos Reyes Magos, también en familia y en la intimidad, pero como tenemos la suerte de ser una familia muy, muy grande; la alegría, el alboroto y la emoción de esta fiesta no ha decrecido ni un ápice.
SS.MM. descendieron por la escalera principal de la Casa Hogar, con la potestad y elegancia que les caracterizan camino al comedor, transformado ya en Salón de Recepción Real, en medio de los aplausos y algarabía de los que esperan ver cumplidos sus deseos, oraron ante el Niño de Belén que preside el salón y comenzaron a llamar ante ellos a todos aquellos que les habían escrito contándoles sus deseos y a los que no también, pues su magia llega a todos y a nadie deja detrás.
Volvió a ser una noche mágica, luminosa, radiante y llena de colorido, donde la emoción de abrir un paquete para ver que hay dentro, nos vuelve a todos niños ilusionados.